Iglesia de Panchimalco
Los amates y las ceibas son los árboles mas hermosos que conozco.
Acabamos de regresar mi hermana y yo de un nuevo viaje a El Salvador, ahora
el reencuentro no fue tan noqueador para mi como la primera vez, ahora pude ver todo con ojos más serenos, pero no menos maravillados, ver la impactante naturaleza tropical, disfrutar de la amabilidad y calidez de la gente, volver a ver a amigos de la infancia, conocer nuevas personas y amarrar amistades valiosas.
Mi visita a casa de Rafael Menjivar me permitió conocer mejor a Krisma (esposa de Rafa) y a Mario Zetino y Herberth Cea, todos ellos han pasado por la
Casa del Escritor, esta casa es la que fue de mi abuelo (Salarrué) y en su honor y bajo la batuta de Rafael se ha convertido en un centro para formación de jóvenes escritores, según me dicen, y en muchos casos me consta, de ese centro han salido muchas promesas y varias realidades.
En el Museo de la Palabra había una exposición sobre mi abuelo y Santiago nos dio chance de leer más cartas familiares, cosa siempre emocionante y conmovedora.
Panchimalco
En el porche de casa de mi abuelo con Luz Lemus y mi hermana Maya
Uno de los altares de la iglesia de Panchimalco
Otro de los altares
Esta imagen la tome prestada
Altar principal
Volver a ver la iglesia de Panchimalco, apenas una imagen borrosa en la memoria, fue toda una experiencia, la iglesia es muy hermosa por fuera, pero estaba cerrada y parecía que no íbamos a poderla ver por dentro, pero un viejito jorobado, cojo y con un gran costal al hombro (como la historia del viejito del costal que te puede llevar de niño) se nos acercó y nos susurró que el conocía una puerta secreta para ver el interior, lo seguimos y nos guió a una puertecita junto a la sacristía, la iglesia por dentro es alucinante, nunca he visto una así, los santos no parecen de factura europea sino local, hermosos y amarrados con mecates a los altares de madera tallada, no se si para que no se los roben o para que no se escapen, las fotos que saqué no salieron bien, o de plano no salieron, porque solo llevaba el teléfono y no tiene flash, una lástima, las bigas de madera que sostienen el techo son muy raras, caladas y como planas. El tallado de los altares es muy especial. Faltan algunos santos y algunas pinturas, no sabemos si se están restaurando o salieron de paseo. El pueblo de Panchimalco también es hermoso, yo si viviría allí. Después Gloria Menjivar nos llevó a visitar (ahí en Panchimalco) a Cristina Mejía Vides, hija del famoso pintor salvadoreño, su casa es muy acogedora y ella es una persona muy especial y resultó que también estudiaba en el mismo colegio que nosotras y nos recordaba.
Mis regresos al mundo de la infancia son siempre como un sueño sobrevolando la realidad presente.
Esto quedó bastante caótico, pero pues es que eso de escribir no es mi oficio.