
El mudarnos de El Salvador a México nos hizo perder a mi hermana y a mi mucho tiempo de escuela, mi papá se vino a México primero y nosotras nos fuimos a casa de mis abuelos en Los Planes que estaba demasiado lejos del colegio por lo que dejamos de ir a clases, yo todo ese tiempo de ocio lo utilicé para leer, tenía entonces 11 años y mientras estuvimos allí no me faltaba material de lectura, y leía indiscriminadamente todo lo que encontraba, Dickens, Zane Gray, Salgari, Chesterton, Poe, Stevenson, Balzac, Kafka, Dumas y un montón de novelitas desechables que ni recuerdo que eran.
Al llegar a México no pudimos traer muchos libros y tampoco teníamos mucho dinero, así que lo que hacíamos era gastar el dinero de la comida en libros y comics y comíamos arroz y frijoles con pan, esa dieta sin proteínas animales y con mucha harina nos hizo engordar sin darnos cuenta, porque además después de venir de un mundo en donde yo caminaba mucho y patinaba casi a diario, venimos a una ciudad desconocida en donde no sabíamos ni adonde ir mientras mi papá, que era el único nacido aquí, salía a trabajar, así que nos recostábamos a leer los libros que comprábamos en las librerías baratas de Bucareli o en los libros usados de Puente de Alvarado o Av. Hidalgo. Eso me convirtió en una adolescente gorda e inadaptada pero muy leída para mi edad, después por algunos años sufrí de intoxicación intelectual que se aunó a las demás cosas, pensaba que había que leer solo libros muy sesudos y hablar de cosas profundas y filosóficas, o sea, era un verdadero plomo . Ya mas grande adelgacé y me adapté un poco, me tomé la vida mas a la ligera , pero no dejé de leer porque la lectura se convierte en vicio.