martes, enero 26, 2010

De nuevo en El Salvador

Iglesia de Panchimalco


Este lugar se llama siete volcanes porque desde aquí se pueden ver siete al mismo tiempo.

Los amates y las ceibas son los árboles mas hermosos que conozco.


Acabamos de regresar mi hermana y yo de un nuevo viaje a El Salvador, ahora
el reencuentro no fue tan noqueador para mi como la primera vez, ahora pude ver todo con ojos más serenos, pero no menos maravillados, ver la impactante naturaleza tropical, disfrutar de la amabilidad y calidez de la gente, volver a ver a amigos de la infancia, conocer nuevas personas y amarrar amistades valiosas.
Mi visita a casa de Rafael Menjivar me permitió conocer mejor a Krisma (esposa de Rafa) y a Mario Zetino y Herberth Cea, todos ellos han pasado por la
Casa del Escritor, esta casa es la que fue de mi abuelo (Salarrué) y en su honor y bajo la batuta de Rafael se ha convertido en un centro para formación de jóvenes escritores, según me dicen, y en muchos casos me consta, de ese centro han salido muchas promesas y varias realidades.
En el Museo de la Palabra había una exposición sobre mi abuelo y Santiago nos dio chance de leer más cartas familiares, cosa siempre emocionante y conmovedora.

Panchimalco


En el porche de casa de mi abuelo con Luz Lemus y mi hermana Maya



Uno de los altares de la iglesia de Panchimalco

Otro de los altares



Esta imagen la tome prestada


                                                                     

                                                                      Altar principal

Volver a ver la iglesia de Panchimalco, apenas una imagen borrosa en la memoria, fue toda una experiencia, la iglesia es muy hermosa por fuera, pero estaba cerrada y parecía que no íbamos a poderla ver por dentro, pero un viejito jorobado, cojo y con un gran costal al hombro (como la historia del viejito del costal que te puede llevar de niño) se nos acercó y nos susurró que el conocía una puerta secreta para ver el interior, lo seguimos y nos guió a una puertecita junto a la sacristía, la iglesia por dentro es alucinante, nunca he visto una así, los santos no parecen de factura europea sino local, hermosos y amarrados con mecates a los altares de madera tallada, no se si para que no se los roben o para que no se escapen, las fotos que saqué no salieron bien, o de plano no salieron, porque solo llevaba el teléfono y no tiene flash, una lástima, las bigas de madera que sostienen el techo son muy raras, caladas y como planas. El tallado de los altares es muy especial. Faltan algunos santos y algunas pinturas, no sabemos si se están restaurando o salieron de paseo. El pueblo de Panchimalco también es hermoso, yo si viviría allí. Después Gloria Menjivar nos llevó a visitar (ahí en Panchimalco) a Cristina Mejía Vides, hija del famoso pintor salvadoreño, su casa es muy acogedora y ella es una persona muy especial y resultó que también estudiaba en el mismo colegio que nosotras y nos recordaba.
Mis regresos al mundo de la infancia son siempre como un sueño sobrevolando la realidad presente.
Esto quedó bastante caótico, pero pues es que eso de escribir no es mi oficio.

miércoles, enero 06, 2010

Los perros callejeros del pueblo


Estos son Chuequita y su amigo
                         Esta es parte de la jauría.





Ya he hablado antes de como los perros de los alrededores siempre desaparecen, no creo que se los lleven por callejeros, más bien creo que alguien los vende, puede ser a la facultad de veterinaria o a algún taquero, en el pueblo es muy famosa la barbacoa de carnero, no me extrañaría que llevara perro mezclado.
Alguna vez quise hacer un post sobre Chuequita, una perra que tenía una pata chueca porque se la rompió o se la rompieron y el pie le soldó de lado, era una perrita callejera de lo más alegre y simpática, más que comida pedía caricias, si le dabas una palmadita en la cabeza movía la cola como rehilete, una vez me siguió hasta la casa, pero a unos cuantos metros la Güera le paró el alto y la corrió de mala manera. Chuequita era amiga de un perrucho feo y los dos eran felices a su manera, pero no duraron mucho y un día desaparecieron como todos los demás, me sentí culpable de no haber protegido a Chuequita poniéndole un collar o algo que dijera que tenía dueño, pero ya no había remedio. Hace como un mes se metió a la cerrada un perrito adolescente y también muy simpático, amigable y alegre, andaba como perdido, después lo vi con otros tres perros en la calle y ya andaba cojo, me acerqué para darle algo de comer y huyó en pánico, eso me hace pensar que alguien lo golpeó y lo dejó cojo, él no se acercó, pero otro de la jauría si, el más feo, chato, tuerto, con una oreja colgando y agradeció el bocadillo con gran movimiento de cola y me miró con su único ojo pidiendo más.
Volví a ver a los perros unos días después, ya eran seis, el perrito seguía huyendo de mi con mucho miedo. Al siguiente día oímos a la Güera ladrando furiosa y vimos que la jauría andaba por la cerrada, y eran nueve y aunque estaban bastante maltrechos, flacos, cojos, maltratados, se les veía contentos y juguetones.
Cuando desapareció Iño pensé que alguno de ellos podría haberlo atacado, pero no, cada vez que la jauría se metía a la cerrada todos los perros de aquí armaban tremendo escándalo y el 25 no se oyó nada.
La jauría, igual que Iño, ya desapareció, ya solo queda de ella una perrita que es del mecánico y que se había unido al grupo como miembro honorario. Me gustaría saber quién y adonde se los llevan...o mejor no.
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