miércoles, mayo 05, 2010

De tesoros en la playa.

Ya platiqué de como mi papá se fue de viaje y en el camino, al llegar a El Salvador conoció a mi mamá, se casaron  y nacimos allá mi hermana y yo. Bueno pues, cuando eramos niñas íbamos muy seguido a la playa, el país es tan pequeño que la playa está siempre cerca. A mi abuela le gustaba El Pimental, una playa bastante escondida y en donde no había multitudes, se organizaba con unos amigos y en un par de camionetas salíamos al amanecer, se tenían que atravesar por algunos ranchos por lo que nos iban abriendo portones de palos para que pudiéramos pasar, después llegábamos a un estero y ahí tomábamos unas lanchas que nos llevaban hasta la playa, en algunas partes del estero había cocodrilos por lo que nos pedían tener cuidado de no caer al agua para no terminar en la bocota de uno de ellos. En la playa había palapas (champas se llaman allá) y hamacas para dormir. Los hombres se iban de cacería, había jabalíes y venados y después se preparaba una gran comida con lo que habían cazado. Por la noche encendían una gran fogata y cantaban con guitarras mientras mi hermana y yo hacía hoyos en la arena obscura, la arena estaba aun tibia en la superficie, pero a medida que ahondabas se iba haciendo más fresca y húmeda, una de esas noches cuando metía mis manos en la arena encontré un anillo, yo estaba feliz porque tenía una piedra muy brillante, me sentí como Golum, pero el anillo resultó ser de una chava a quién se le había caído un día antes, era su anillo de compromiso y ya lo daba por perdido, yo ni me había enterado de todo eso y me sentí muy desilusionada de que me quitaran mi recién encontrado tesoro, y lo peor es que la chava ni las gracias me dio. Creo que pasé varias horas muy enfurruñada por tanta injusticia.
Debo decir que no uso anillos ni he usado nunca por el hecho de que me muerdo las uñas desde que tengo uso de razón y no quiero llamar la atención a mis dedos, pero me gustan los anillos, no del tipo que era el de la playa, sino anillos especiales, de autor, casi siempre de plata, he llegado a tener hermosos anillos, que no he usado, y creo que todos los he perdido.

14 comentarios:

Jope dijo...
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Jope dijo...

Cuando yo tenía como cuatro años le robé un anillo a mi tía y lo tuve guardado como un mes, me gustaba verlo (como Golum) hasta que mi mamá lo encontró y me dieron una regañina interminable.

juanrodolfo dijo...

Me gusta como cuentas las cosas.

Unknown dijo...

Yo no uso anillos por la misma razón. Además mis dedos son super pandos.

Me encantó este post. No sabía que había jabalíes en algún momento en El Salvador!! Qué poco sé de mi país!!

madreselvas dijo...

Aniuxa, les decían cuches de monte, supongo que eran jabalíes ¿O son otra cosa?

hugo dijo...

que bonito dibujo el de los niños no ahogados! que historia, cerca la playa pero travesia de horas, el mundo aparte de los niños, las vivencias en playas perdidas. saludos

Don Rul dijo...

Qué buenas historias cuentas. Deberías hacerlas cuentos.
Aunque no te dio las gracias supongo que la felicidad de la novia habrá sido enorme. Tal vez no así la del novio que vio perdida su oportunidad para escapar.

todavia dijo...

No debieron quitarte el anillo porque las cosas que el mar nos da son nuestras.

El nunca se equivoca.

aupando dijo...

Yo siento facinación por las playas nocturnas, hay siempre algo en el olor que me encanta y también la arena por las noches es distinta.

Xerófilo dijo...

Hola:
Según yo los "jabalíes" de los que hablas (o "cuches") es el pecarí. Pero también podría ser que fuesen cerdos cimarrones, en cuyo caso sería muy correcto llamarlos "Jabalí".
Saludos
RRS

Esebloguero dijo...

Mis padres solían llevarnos a mis hermanos y a mí cuando eramos pequeños. Yo, como todos los niños, sentía el tiempo del viaje increíblemente largo. Al llegar, por supuesto, el tiempo caminaba un poco mas rápido. Y el regreso, bueno, era atemporal...

Ernesto R. (Choms) dijo...

El Mar a veces da tantas cosas, yo hasta ahora no he encontrado nada, tal vez algún día me encuentre algo.

ge zeta dijo...

Una vez me encontré una pulsera de oro en el mar. Lo supe porque mi papá me dijo y yo era niño. y le creí. Pero ese mismo día la perdí en el taxi de camino a la casa.

Qué bonita historia, Selva.

Anónimo dijo...

El mar deja y el mar se lleva.

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